Ruinas de Belchite y laguna de Gallocanta

Llevábamos varios años con la idea de visitar las ruinas de Belchite en Aragón, pero nunca nos llegaba el momento. Este pasado fin de semana, al fin lo conseguimos. El viernes por la tarde salimos hacia el norte con una previsión metereológica muy poco optimista, pero no hay quien nos frene. Paramos a dormir a medio camino y llegamos a Belchite a la hora de comer. Lo primero que hacemos es acercarnos a las ruinas y en la puerta una chica con la identificación de la oficina de turismo nos pregunta que si vamos por lo de la reunión de vehículos Volkswagen clásicos. No teníamos ni idea de que justo ese fin de semana se celebrase ese evento. Mira tú que suerte.

Además nos informa de que para poder visitar las ruinas hay que hacerlo con un guía y hay que pagar 6 euros por persona. Nosotros creíamos que íbamos a poder hacerlo por nuestra cuenta, pero debido al riesgo de accidentes por desprendimientos, al destrozo que hacían muchos visitantes y a la necesidad de mantener lo que queda del pueblo viejo, el Ayuntamiento decidió que a partir de febrero de 2013 las visitas tenían que estar controladas. Pierde el encanto de poder explorar a tu aire, pero la falta de civismo y responsabilidad obliga a tener que tomar este tipo de medidas. ¿Para qué querrá la gente un trozo de piedra de Belchite o de donde sea? Es algo que no llegamos a comprender.

Las entradas se pueden comprar en la oficina de turismo o en el mismo recinto de las ruinas y durante algo más de una hora un guía te va contando la historia del pueblo, especialmente anécdotas sobre la Guerra Civil. Nos enseñaron dónde estaba el Ayuntamiento, la taberna, por dónde había conseguido escapar parte de la población… La visita guiada está bastante bien documentada, aunque hemos de decir que quieren ser tan políticamente correctos evitando ofender a nadie que acaban omitiendo información real y llegando incluso a generar un poco de confusión. Podéis ver los horarios aquí.

Nuestra visita coincidió con la aparición del gato Eloy, del que Éire se enamoró perdidamente. Para ella era como un peluche viviente. El gato se dejaba coger, acariciar, tirar de la cola… Así que el recorrido empezó sin Éire y María, que se quedaron jugando con el «miato», en palabras de la pequeñaja de la familia.

Nos costó bastante convencerla de que había que seguir caminando. La anécdota del gato además hay que unirla a que hacía muchísimo frío y un viento que te helaba hasta los huesos. Pero aguantamos como campeones.

Niña porteando un muñeco y jugando con un gato

Éire porteando un muñeco y hablándole al «miato»

Ruinas de Belchite

Calle principal de Belchite

Iglesia de San Martín, en Belchite

Iglesia de San Martín

ruinas de Belchite

ruinas de Belchite

ruinas de Belchite

ruinas de Belchite

Para dormir nos acercamos a la laguna de Gallocanta, conocida por los amantes de la naturaleza por ser refugio invernal de miles de grullas. Dormimos en una elevación desde la que se divisaba la laguna, para poder disfrutar de las aves por la mañana.

Poco antes de amanecer las grullas comienzan a desperdigarse de la laguna en la que pasaron la noche a los campos de los alrededores, donde se alimentan. Buen momento para verlas, aunque hacía un frío horroroso, por lo que solo se animó el patriarca de la familia. Si alguna vez os animáis, importante llevar prismáticos para disfrutar más.

Furgoneta en lagunas de Gallocanta

Tras el desayuno Éire salió a ver las grullas (nos gustaría reproducir cómo las llamaba, pero es imposible). Ella disfrutó más observando a un grupo de niños que estaba de excursión. Del guía que iba con los niños aprendimos que la laguna es 5 veces más salada que el Mar Mediterráneo, por lo que no se congela nunca. Coincidimos de nuevo con ellos en un observatorio de aves. A la peque ya le podíamos decir que tenía que mirar las grullas, que ella prefería mirar a los niños de nuevo.

Niña mirando a un grupo de niños desde un observatorio de aves

Observatorio de niños

Después de la laguna fuimos hacia Molina de Aragón, con la intención de hacer una última visita… pero un pinchazo (el primero de esta furgoneta) nos jorobó el plan. Para cuando solucionamos el tema, era de noche y hacía mucho frío, así que mejor irnos a dormir y soñar con la próxima escapada.

Rueda de furgoneta pinchada

¡Feliz miércoles!

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