Vaya, vaya, en Cuenca hay playa

No habíamos hecho planes para el fin de semana y parecía que el calor había llegado a Madrid para quedarse, así que el viernes a las 10 de la noche salimos dirección Cuenca.

Era la primera visita a Cuenca con Éire y nos lo íbamos a tomar con calma. No teníamos ninguna prisa. Ya conocíamos la catedral, las casas colgadas, el Archivo Histórico… Esta vez nos apetecía un paseo tranquilo y relajado.

En la oficina de turismo preguntamos por la playa municipal y por Ars Natura, un centro de interpretación con actividades para niños. Éste último estaba cerrado por renovación, lo que nos da una excusa para volver. Además nos dieron información sobre la visita guiada a los túneles de Alfonso VIII, de los que no habíamos oído ni leído nada. También nos dijeron que con la furgoneta podíamos dormir cerca de las vías del tren, cosa que ni nos planteamos, o en el aparcamiento que está en el barrio del Castillo.
Nos tomamos algo fresquito en la plaza Mayor y comenzamos el paseo.
Subimos en dirección al  barrio del Castillo, con miradores escondidos a ambos lados de la calle que ofrecen unas vistas espectaculares a las dos hoces entre las que se encuentra Cuenca, la del Júcar y la del Huécar. Al llegar a los restos del castillo nos encontramos con un grupo de música tradicional a los que Éire aplaude y pide que canten más.

Comprobamos con gran decepción que el aparcamiento que nos habían aconsejado para dormir estaba demasiado inclinado, así que también quedaba descartado.
Deshicimos el camino y llegamos a la puerta del túnel de la calle de Alfonso VIII. La visita empezaba a las 5 de la tarde y la entrada nos costó 3,50 euros a cada uno. Éire por ser menor de 12 años entró gratis. La visita es cortita, una media hora, pero el tiempo justo para recorrer el túnel, que nos expliquen que se construyó como refugio antiaéreo durante la Guerra Civil y para poder ver las marcas de las barrenas, el tendido eléctrico de la época, las fusileras y el espacio que iba a destinarse a la enfermería.

La Parte Alta de Cuenca está recorrida por una importante red de túneles sobre los que circulan curiosas leyendas, como que en ellos se esconde el Santo Grial, que facilitaban los encuentros entre religiosos de los distintos conventos, e incluso que la Inquisición los usaba para torturar y enterrar a aquellos que caían en sus manos. Poco a poco se irán abriendo al público los túneles que los arqueólogos están estudiando y estamos seguros de que volveremos para poder descubrirlos.

Justo enfrente de la salida del túnel podemos ver los «rascacielos», edificios que en su lado a la calle son de tres o cuatro plantas y que al otro lado, excavadas en la piedra alcanzan hasta las doce alturas.

Después de merendar y recuperar fuerzas nos acercamos hasta las casas colgadas, lo más visitado de Cuenca, que si bien son construcciones curiosas durante el día, al anochecer, con la iluminación son realmente bonitas.

El domingo estaba reservado para ir a la playa municipal, así que eso hicimos. ¿Quién nos iba a decir que podríamos estirar la toalla en fina arena blanca, bajo una sombrilla en plena Cuenca? Tiene aparcamiento gratuito, la entrada al recinto cuesta cuatro euros por adulto y se hace por el Restaurante La Playa. El sitio está bastante bien organizado. Para bañarse hay dos opciones, el río y las piscinas. Y ofrecen hamacas y canoas para alquilar. El agua del río estaba congelada, así que optamos por las piscinas. Hay dos, la infantil y la de adultos. Éire, por supuesto, se bañó en las dos. Y para comer también te lo ponen fácil. O te vas al restaurante o utilizas las mesas que hay por el recinto, con árboles que dan sombra y césped. Nosotros preferimos esto último y a pesar de ser domingo no hubo problema para encontrar un sitio agradable.

Después del día de playa dimos un paseo hasta el Parador, un antiguo convento del siglo XVI, y tuvimos la suerte de llegar en el momento en que el grupo Fizzy Soup daba un concierto en el claustro. Así que, ¿qué mejor manera de terminar el día y nuestra visita a Cuenca?

En cuanto al tema de dormir, lo tuvimos bastante fácil. Lo hicimos a orillas del Júcar, en un sitio distinto cada noche, pero los dos del mismo estilo.

Como veis son zonas no muy alejadas de Cuenca, a las que las familias van a pasar el día. En el primero, (N40 09 13.4 W2 07 17.1), por la mañana tempranito nos encontramos con pescadores madrugadores, pero en el segundo, (N40 07 59.5 W2 08 22.4), si bien al llegar había gente con sus sillas y sus mesas y niños en bicicleta, por la mañana no había nadie. Son dos sitios, por tanto, muy tranquilos y muy recomendables.

Y hasta aquí nuestro fin de semana en Cuenca. ¿Vosotros la conocéis?. Esperamos que nos contéis vuestras experiencias en esta ciudad.

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