Nuestra primera vez

«Ellos son gigantes y si tienes miedo quítate de ahí» le dijo Don Quijote a su escudero Sancho al divisar los molinos de La Mancha. Y nosotros, que no tenemos miedo pero sí ganas de pendoneo, cabalgamos hacia ellos.

Fue entonces, cuando Éire, con menos de un mes de vida, experimentó su primera noche en la furgo.

Preparamos esta salida como si nos fuésemos a ir a recorrer Laponia durante 6 meses. Era una noche, pero a nosotros nos parecía absolutamente necesario llevar un paquete entero de pañales, 3 paquetes de toallitas, 8 bodis, 5 o 6 cambios de ropa, 4 mantas y el carrito, la bañera plegable… Cuando llegamos a casa el domingo, nos dimos cuenta de que con menos de la mitad, nos habría bastado. ¿O era con la cuarta parte? Sólo hubo algo de lo que llevábamos mucho y seguimos llevando: ganas e ilusión.

Nosotros decidimos ir a visitar los de la localidad de Consuegra en Toledo, que cuenta con doce molinos en lo alto del Cerro Calderico. El decimotercero, quizá marcado por la mala suerte del número que le ha tocado, es un montón de arena y cal, que contó hace años con la intención de ser reconstruido, pero se quedó la cosa en buenas intenciones. Se conoce como el «Por si pega». Aunque en origen sus nombres les eran dados por sus características, anécdotas relacionadas con el entorno o apodos que les ponían los molineros como el de Bolero o Espartero, en los años sesenta, a la sombra del incipiente negocio turístico, se les cambiaron casi todos por otros que hacen referencia a El Quijote, como Sancho o el Caballero del verde Gabán.

De los doce, cinco conservan su maquinaria en buen estado y pudimos visitar uno, Bolero, que además es la oficina de turismo.

El último fin de semana de octubre, se celebra la fiesta de La Rosa del Azafrán y se pone en marcha la maquinaria del molino Sancho, del siglo XVI, en lo que se llama la Molienda de la Paz, convirtiendo el trigo en harina y repartiéndola después entre los visitantes.

Por lo que respecta a la población de Consuegra en sí, sinceramente, poco recordamos. Hacía frío, era febrero, llovía, y mirar para nuestra hija nos ocupaba casi todo el tiempo. Pero dimos un paseo por la Plaza de España en la que se encuentran el Ayuntamiento y el Edificio de los Corredores que alberga el Museo Arqueológico y por sus calles estrechas que muestran su trazado medieval.

Así que tendremos que volver, para disfrutar de alguna de las muchas actividades y visitas que se llevan a cabo en la ciudad, como las que realiza la asociación Encanto-Consuegra: «Caballeros andantes, a ver quién llega antes» o «Mil historias que contar» y por supuesto, para disfrutar de la fiesta La Rosa del Azafrán.

Nosotros este fin de semana nos vamos a Pamplona, a celebrar los Sanfermines. Ya os contaremos cómo nos ha ido.

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